Para el chileno Humberto Maturana, ganador del Premio Nacional de Ciencias de 1994, no existen las empresas privadas, para él todas son públicas, porque se sostienen en una comunidad que consume sus productos, que es usuaria de sus servicios, que hace parte de su fuerza de trabajo o que, de alguna manera, se ve influenciada por su comportamiento industrial, ambiental y social. Es decir, las empresas son naturalmente un agente que afecta a la sociedad y por esta razón tendrían que ser también un agente de cambio social.
Este concepto lo entendimos en Socialab, y por eso hablamos también del poder que tienen las organizaciones para impulsar cualquier proceso de transformación en la sociedad y nos referimos a las empresas de triple impacto como los negocios del futuro, porque son sostenibles y, además de preocuparse por su rentabilidad, se preocupan por las personas.
Entre los años 2014 y el 2017, algunas organizaciones públicas y privadas de alto reconocimiento nacional, apoyaron iniciativas de transformación social que mejoraron la calidad de vida de más de 60.000 colombianos y que impactaron positivamente en temas de educación, salud y agricultura.
Aunque el movimiento de organizaciones de triple impacto, viene creciendo aceleradamente en Latinoamérica, aún hay retos grandes por asumir: 6,5 millones de niños, niñas y adolescentes en América Latina no pueden acceder a educación, 2.100 millones de personas en el mundo no tienen acceso a agua potable, y el 64% de los jóvenes latinoamericanos viven en situación de pobreza; y eso solamente haciendo referencia a algunos de los problemas más visibles.
Las empresas necesitan entender que sus estrategias de sostenibilidad tienen que ir más allá de las tradicionales actividades de responsabilidad social que suelen ser asistencialistas y que sólo decoran con fotos los informes de fin de año, porque ni siquiera logran medir realmente su impacto. Tienen que entender que su accionar debe impactar algo más que el sector económico de los países, teniendo presente su rol fundamental como agentes de desarrollo, en todos los sentidos.
De esta manera, el llamado para las empresas que apenas están surgiendo es que lo hagan de una manera socialmente comprometida desde el negocio y no como un anexo, apostando a la generación de un cambio sistémico que permita resolver las problemáticas más profundas desde su raíz, para crear estructuras sociales y económicas más justas, de manera sostenible en el tiempo, que mientras dan solución a un problema, a su vez, generan ganancias y, como cualquier otra empresa, empleo. Es una relación simbiótica que asegura la supervivencia de todos los actores que intervienen y que no pone a ninguno en desventaja frente al otro.
Las empresas son más que un agente de cambio, son el agente de cambio con más potencial de transformación y desarrollo.
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